- Mis duelos personales aún no han acabado - Me dijo, después de la que yo considero, ha sido la más ansiosa, intensa y sobre todo honesta, declaración de amor que he hecho en mi vida.
En ese momento, sentí que esa frase significaba falta de reciprocidad. Con el pasar de este tiempo, y algunas ayudas extra, descubrí que mis duelos tampoco habían acabado. Es más, había algunos dentro de mi, que desconocía tener. Nadie nos prepara abiertamente para los duelos que atravesamos en la vida. Tampoco para las pérdidas.
Hace un tiempo atrás, empecé, en medio de un trastorno del sueño, a dormir sintiendo un dolor profundo en el pecho, y me levantaba con la sensación de tener un agujero en ese mismo lugar. Esa sensación no tenía una explicación médica. Intenté buscar respuestas desde lo tradicional, pero, en apariencia, todo estaba bien, por lo tanto, asumí que esa era una sensación que mi mente había inventado. Busqué ayudas alternativas, y me hice muchas sesiones de Reiki, en distintos lugares, con distintas terapeutas, incluso probé a distancia. Todas coincidían, en que mi chakra garganta, tenía un nudo o estaba bloqueado. - ¿Puedes desanudarlo? - Pregunté siempre después de que mis sesiones acababan. - Hice todo lo que pude pero, ¿Qué es lo que callas?- Me contestaron muchas veces. - Nada, no lo sé - contesté siempre. Lo entendí hace poco; desde que empecé a sentirme como quien recupera la voz, después de una larga disfonía.
Tarde o temprano, en la vida, decidimos hacer cambios. Luego, al mirar hacia atrás, pensamos: "era más fácil y más simple de lo que pensé". Es difícil tomar decisiones, pero lo es más, asumir, enfrentar y resolver las consecuencias que vienen detrás de las decisiones drásticas o importantes. Como siempre digo, todo lo que viene es mejor. No más fácil, mejor.
El cuerpo habla, sin duda, de todo lo que llevamos dentro y sobre todo, cuando callamos. Probablemente sí, la mente es tan poderosa, que puede generar un dolor físico, como una respuesta ante dolores profundos del alma que no nos hemos atrevido a vivir con plenitud. Porque sí, ahora pienso que tanto penas como alegrías, dolores y placeres, deben ser vividos en plenitud.
Muchas veces, no sabemos que dentro tenemos una pena, hasta que tenemos la oportunidad de verla en otro. La vida tiene de generosidad, lo mismo que de misterio; y a veces, nos da la posibilidad de revivir en otro momento, en otro entorno y en otra etapa, aquello que no vivimos cuando teníamos que hacerlo. Estas oportunidades mágicas, pueden hacernos crecer. Intentamos buscar explicaciones, culpables, razones, motivos, circunstancias... fantaseamos con la idea de cambiar los acontecimientos en el tiempo, de haber hecho las cosas de una forma distinta. Nada de eso es real. Nada de esto resuelve la pena. Nada de esto nos permite crecer o hacer cambios. Nada de eso es dinámico; por el contrario, nos amarra a las situaciones vividas sin dejarnos avanzar.
A veces, hay que seguir el camino con dolores a cuesta. A veces hay que caminar mientras lloramos. A veces hay que entender que la vida continúa y que tendremos otra oportunidad en algún otro tiempo. A veces hay que soltar y dejar ir. A veces, solo hay que sentarse a llorar hasta que no nos queden más lágrimas. Hay penas sin duda, que nos acompañarán la vida entera y que se volverán parte de nuestro propio cuerpo. Pero, que algún día, dejarán de doler con la misma intensidad que en un principio, porque se transformarán.
Hace poco leí que cuando uno llora, no llora solamente por un motivo presente o actual, sino que muchas veces, lloramos por todo aquello que no lloramos cuando teníamos que hacerlo.
En algún momento de la vida, me acercaba al mar a pedirle que se llevara
mis penas lejos. Entendí hace poco, que las penas no salen de nosotros
si no aprendemos a sacarlas, y que por muy escondidas que permanezcan,
siguen estando ahí. Ahora, que de a poco he aprendido a desatar el nudo
que tengo en la garganta y que muchas veces me ha impedido hablar, le
pido al mar que no se lleve mis penas. Le pido que me ayude con su
corriente a transformarlas y que con eso, me transformen también a mi.
Llorar eso si, es solo una parte de la pena, los duelos no están compuestos solo de eso. Una de las cosas más importantes, es poder ritualizar. Los seres humanos, necesitamos ritos. Ya sea una lista de cosas que necesitemos vivir, algo puntual que enfrentar o decir, algo que simbolizar. Eso, además de la pena, nos permite de alguna forma cerrar etapas. Cuando uno cierra etapas, avanza. Cuando avanzas, cambias, cuando cambias, creces. Cuando creces, te das cuenta cuánto trabajo te ha costado ser quien eres hoy día. Cuando eso pasa, te sientes orgulloso de ti mismo. Las etapas no siempre se cierran entendiendo los motivos por los cuales atravesamos algo en la vida. Hay "porqués" que nunca entenderemos, razones que no llegaremos a conocer. Y eso, también es parte de la vida.
De niña, siempre planifiqué todo con exactitud. Amé siempre la sensación
de tener las cosas bajo control, hasta que me rendí cuando pensé que ya
no me quedaban más fuerzas. Con el tiempo, y mis ayudas extra, he ido
soltando ese deseo de controlarlo todo. Dejó de ser una preocupación en
mi vida. Hoy vivo distinto, porque he entendido, que no todo depende de mi; porque la vida, es este camino mágico e infinito, de transformaciones y cambios. Lo único que permanece constante es el amor. Y yo pido siempre que esta constante no me falte y que me acompañe en todo lo difícil que atravesaré y que nada ni nadie, puede predecir.
Hace poco, saliendo de una consulta médica, antes de que abriera la puerta para irme, la Doctora me detuvo y me dijo: "Paty... por más extraño que suene, la vida da y quita, sin que entendamos las razones". - "Y a veces hay más generosidad cuando nos quita que cuando nos da"- le contesté. Nos miramos unos segundos a los ojos en silencio, con esa complicidad que se tiene cuando las personas, tenemos un duelo en común. Salí de ahí con esperanza, sabiendo que me esperaba un camino nuevo e inesperado. Salí de ahí para enfrentar todo lo que venga, de una manera distinta esta vez.
Yo espero que "él"; quien inspiró las palabras del inicio, también esté
avanzando en su camino. Porque eso, es parte de su mundo privado. Nuestros tiempos son distintos y tan opuestos como lo somos él y yo. Y he encontrado gracia en esta particularidad. Las personas somos a veces contraste y a veces espejo. La gracia de los mundos individuales, es que a veces se encuentran y cosas mágicas pasan.
Yo escribo esto
hoy, porque al terminarlo, cerraré una etapa importante. Porque estoy
iniciando otra. Una distinta. Una llena de esperanza. Y así quiero vivirla de ahora en adelante. Sin pendientes.